De safari fotográfico por Tanzania

Un año tras otro fotocopiando la carta a los Reyes Magos, siempre con el mismo deseo: realizar un safari fotográfico por las llanuras del continente negro. Sin embargo se resistía y, aunque en varias ocasiones pisé la tierra africana, no conseguía llegar a las latitudes adecuadas.

Así que quedaba sentirse como un Quijote, ansioso por recorrer el mundo con una cámara, cada vez que abría la amarillenta tapa del National Geographic. O babear, mientras alguna persona cercana lucía frente a mi cientos de imágenes tomadas en las planicies del este de África y hechas con mi cámara, para mayor escarnio personal.

Puesta de sol en el Serengeti.

Rumbo a Tanzania

La espera, desde luego, no fue en balde y al fín llegó el momento de hacer el sueño realidad. Las infinitas llanuras del Serengeti, junto con otros parques nacionales de Tanzania fueron los encargados de bautizarnos en esta experiencia en la que durante 16 días recorrimos:

  • Lago Manyara
  • Lago Eyasi
  • Serengeti
  • Ngorongoro
  • Tarangire

Una aventura que, aunque tardó en hacerse realidad, cumplió con todas las condiciones que le había impuesto a un viaje como este:

  • Viaje enfocado exclusivamente a la fotografía. Si fotografiar la vida salvaje africana es tu meta es muy importante que esa sea la prioridad del viaje para poder disfrutarlo.
  • Permanecer en un mismo sitio durante una buena parte del tiempo. Permite planificar y buscar lo que quieres fotografiar. En este caso fueron seis días en el Serengeti.
  • Mínimo de dos semanas en destino. Ya que vas hasta allí que sea un tiempo suficiente para aprovecharlo.

Y además de cumplir con todas estas “exigencias” colmó también la más importante de todas, la que desbarata el mejor de los guiones: un presupuesto ajustado.

Algo de agua, suficiente para una estampida de nervisos ñus.

Sin duda una experiencia de las que no se olvidan, en las que incluso renunciar a algunas comodidades, en favor del presupuesto, derivan en momentos increíbles que, gracias a la maravillosa compañía, serán inolvidables.

Aun acuden, rescatadas del recuerdo, las sensaciones que suponen encontrarse frente a la puerta, una puerta que no encierra nada, pero que define el infinito que se pierde tras ella y sobre la que se puede leer “Hifadhi ya Taifa Serengeti National Park”. Dos horas después Simba bostezaba frente al objetivo. Pero que importaba que hubiera sido un lagarto, al fín y al cabo, ya estábamos en el Serengeti.